Una mezquita de Teherán se convierte en un taller de producción de mascarillas
La mezquita se ha convertido en un taller de confección donde unas 15 iraníes, alineadas como estudiantes, cada una frente a una pequeña mesa con una máquina de coser, fabrican mascarillas y s...
La mezquita se ha convertido en un taller de confección donde unas 15 iraníes, alineadas como estudiantes, cada una frente a una pequeña mesa con una máquina de coser, fabrican mascarillas y sábanas.
Todas visten chador negro porque son miembros del Bassidj, un movimiento de "movilización" popular respaldado por las innumerables mezquitas, omnipresentes en la República Islámica.
Y en estos tiempos de pandemia del nuevo coronavirus,casi todas usan mascarilla.
"Nuestro grupo acudía cada año a los campos de batalla de la guerra Irán-Irak para ayudar a los visitantes", cuenta a la AFP Fatemeh Saïdi, una joven de 27 años enrolada en el Bassidj junto a su marido.
Más de 30 años después del final de esta guerra (1980-1988), las visitas en grupo a estas zonas son un paso obligado para la educación cívica de una gran parte de los jóvenes iraníes durante las vacaciones del Año Nuevo persa (finales de marzo-principios de abril).
"Este año, debido a la propagación del coronavirus, se han prohibido los viajes entre ciudades y no hemos podido ir. Así que vinimos aquí para servir a nuestros compatriotas. Trabajamos en esto desde hace más de un mes", dice Saïdi.
Esto contribuye al esfuerzo nacional para combatir la pandemia de COVID-19, que afecta particularmente a Irán.
"Nuestra situación es doblemente difícil", dijo el lunes el presidente iraní Hassan Rohani, "porque nos enfrentamos a la vez a las sanciones y al coronavirus".
La prensa nacional y extranjera fue invitada a la mezquita Emamzadeh-Masum, en un barrio de la capital iraní, donde trabajan estas mujeres, con motivo de la visita de un mando de los Guardianes de la Revolución, el ejército ideológico de la República Islámica.
Mientras las costureras trabajan, un equipo corta el material para fabricar las mascarillas y las ordena una por una. Otras doblan y acomodan las sábanas de tela a medida que se fabrican.
En otra sala de la mezquita, los hombres sentados en alfombras de oración confeccionan guantes de plástico con moldes rudimentarios.
"Distribuimos estos productos en hospitales y zonas desfavorecidas de Teherán y otras ciudades", explica Saïdi.
Una de las voluntarias no oculta los motivos religiosos de su presencia: para ella se trata ni más ni menos que de "hacer feliz al corazón del imán Zaman", seudónimo del Mahdi, el último de los doce santos imanes venerados en el islam chiita, cuyo regreso esperado por los creyentes anunciará el final de los tiempos y el comienzo de una era de justicia y paz.
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